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Periodistas comienzan nuevo exilio de Veracruz

9 mayo, 2012 Publicado por: periodistasdigitales Antes de que todo comenzara, era común que un compañero reportero llegara ante otro, cámara en mano y le disparara una ráfaga de tomas para atrapar su imagen. “Hermano, esta foto valdrá mucho el día que te maten o que desaparezcas”, le decía a su interlocutor y tras unos…


9 mayo, 2012
Publicado por: periodistasdigitales

Antes de que todo comenzara, era común que un compañero reportero llegara ante otro, cámara en mano y le disparara una ráfaga de tomas para atrapar su imagen. “Hermano, esta foto valdrá mucho el día que te maten o que desaparezcas”, le decía a su interlocutor y tras unos segundos de captar la broma, estallaban a carcajadas y palmadas en la espalda esperando que ese momento nunca llegara. Ahora esto ya no se hace ni de broma. Es la realidad.

El día en que se dio la más reciente ejecución de dos fotógrafos en activo, un ex fotógrafo y su pareja, varios comunicadores entendieron que esto no se detendría.

Tras el hecho, algunos no dejan pasar ni las 24 horas para dejar el estado.

La promesa del gobierno de Javier Duarte de proteger y apoyar a los periodistas se quedó sólo en eso. En lugar de brindarles seguridad, lo que se hizo fue enviar policías para cuidar a los dueños y sus negocios.

El miedo a nuevas agresiones y la impunidad prevaleciente ya provocó que varios comunicadores abandonen la actividad y otros comiencen otro exilio de Veracruz.

“De qué sirve las patrullas y policías afuera de los periódicos. Solo cuidan las instalaciones. Los dueños nunca salen a demandar el esclarecimiento de la muerte de un periodista. Siempre se quedan en silencio”, dice un periodista.

Y añade: “no sé de ningún reportero bajo vigilancia oficial en Veracruz. Seguimos solos pese a las promesas en el Gobierno del Estado. Salgo de mi casa con miedo. Llego al trabajo con miedo. Como con miedo. Solo me siento seguro por unos momentos en el diario, donde están los policías, pero después, la zozobra de nueva cuenta”.

Para otros la violencia los ha jubilado ya.

“Fui reportero policiaco más de 30 años. Conozco la historia de todos los diarios en Veracruz, a todos los reporteros policíacos de la vieja guardia y a unos nuevos. He escrito miles de notas de historias pasionales, sobre crímenes sin sentido, al calor del alcohol o por la brutalidad de los celos. Pero con lo que no pude fue con la violencia delincuencial, me jubiló”.

“Eran cosas que yo leía en diarios del norte del país. No creía que llegara tan pronto para acá. O si estaban, lo hacían muy callados. Discretamente, como en los tiempos de Albino Quinterno, de Palomba, de Lázaro Llinas Castro”.

“No pensaba salirme de la reporteada. Tras el asesinato de Miguel Ángel López Velasco y su familia, comencé a analizarlo. Con la muerte de Yolanda Ordaz, me decidí. Ahora me dedico al comercio. No quiero saber nada del periodismo. Menos de la nota roja. Estoy valorando mi vida. Mis historias y vivencias en la fuente, se quedarán guardadas un buen tiempo”.

Para los que se quedan, por necesidad, la realidad se ha vuelto demasiado perturbardora. Arrastran ya secuelas de daños psicológicos por demasiada tensión y violencia.

Dice un reportejo de Veracruz: “leí el reportaje en Proceso sobre los efectos del estrés postraumático en los reporteros de provincia. Es la pura verdad. Me dan ganas de fumarme todos los cigarros que encuentre. Me he vuelto cliente preferido de la licorería de la esquina”.

“Desde que la violencia se asentó en el puerto de Veracruz, mis emociones son un manojo de cables pelados con electricidad. Paso de la alegría a la ira en momentos”.

“Y es que no se puede. Uno tiene ganas de salir de casa a buscar noticias de buen humor. Pero con el paso de las horas la misma información te aplasta. Ver cadáveres regados a cada momento te sume en tribulaciones. Entiendes que la autoridad ya no es quien resuelve el crimen. Se han vuelto recolectores de cadáveres y el reportero es cronista de la muerte”.

Para los familiares de las víctimas de la violencia, seguir con su vida se ha vuelto un calvario.

“Los periodistas ya moran en el panteón, pero las familias también sufrimos. La sociedad nos entierra. Como si no quisiera saber nada de nosotros. Esa es la herencia que nos dejaron. El gobierno dijo que nos ayudarían. Salieron grandes titulares en la prensa, pero a la fecha seguimos esperando”, dice el familiar de una de las víctimas.

La madre de uno de los fotógrafos asesinados revive el último momento que vio a su hijo:

“Acababan de dar las doce del día. Me vino a ver a mi casa. Él ya vivía en otro lado. Me dio las llaves de la motocicleta y del coche. Su cámara también. Me dijo que si no regresaba en dos horas, que me encargaba mucho a su hija. Se fue y ya no regresó”.

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