De imperio zapatero a recuerdo nostálgico: la historia de Calzado Canadá

#EnContrasteVeracruz #RedesSociales Ciudad de México.- Durante décadas, el nombre «Canadá» no solo identificaba un país del norte, sino también a una de las marcas más emblemáticas de calzado en México. Lo que comenzó en un pequeño taller de Guadalajara en 1940, se convirtió en el corporativo zapatero más grande de Latinoamérica. Hoy, la historia de…

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Ciudad de México.- Durante décadas, el nombre «Canadá» no solo identificaba un país del norte, sino también a una de las marcas más emblemáticas de calzado en México. Lo que comenzó en un pequeño taller de Guadalajara en 1940, se convirtió en el corporativo zapatero más grande de Latinoamérica. Hoy, la historia de Calzado Canadá permanece como un caso paradigmático de ascenso industrial y caída empresarial.


La historia comenzó cuando Salvador López Chávez, originario de San Gabriel, Jalisco, decidió transformar el taller familiar en una empresa formal, estableciendo Calzado Canadá en la calle Pedro Loza #130, en Guadalajara. Con apenas 12 empleados y 15 modelos de zapatos, el joven empresario introdujo elementos de mercadotecnia que en su época resultaron visionarios.

Eligió un nombre extranjero —“Canadá”— para transmitir modernidad, patrocinó programas de radio, repartió objetos promocionales y acuñó el eslogan “México calza Canadá”, que rápidamente se volvió parte del imaginario colectivo.


El crecimiento fue vertiginoso: de vender unas cuantas docenas de pares diarios, en seis años alcanzaron los mil pares diarios. Para 1961, la producción alcanzaba los 30 mil pares semanales, gracias a la implementación del sistema de producción en cadena, una novedad para la industria mexicana del calzado en ese momento.

Calzado Canadá no solo fabricaba zapatos: creó un modelo de negocio vertical, con tenerías propias, plantas de suelas, fábricas de pegamento y hebillas, talleres de rótulos publicitarios e incluso fábricas de mobiliario para sus tiendas. A la par, la empresa crecía al amparo del modelo económico de sustitución de importaciones, que limitaba la competencia extranjera.

Para los años 60, Calzado Canadá era considerado el mayor corporativo zapatero del continente. En 1960, la marca dio el salto internacional abriendo una tienda en Los Ángeles, mientras en México operaba más de 200 tiendas propias y mil concesionarios exclusivos.


El punto culminante de su historia llegó en 1971 con la inauguración del Jardín Industrial Canadá, un complejo de 85 mil metros cuadrados, con jardines ornamentales, paredes de cristal para observar la producción y 17 líneas operando simultáneamente. Con una plantilla de más de 12 mil empleados, 8,200 de ellos en la planta principal, la empresa producía hasta 70 mil pares de zapatos diarios.

En su época de oro, Canadá incluso fabricó calzado para marcas internacionales. Durante los Juegos Olímpicos de México 1968, produjo tenis para Adidas, y en 1971 fabricó los primeros 3,000 pares para una entonces desconocida marca llamada Nike, fundada por Phil Knight.

López Chávez también fue pionero en responsabilidad social: implementó el programa DEFOVI, para que sus trabajadores accedieran a una vivienda, algo inédito para una empresa privada en esa época.

Pero la historia dio un giro en 1976 con la muerte del fundador. Su hija, Sandra López, asumió la dirección, y aunque logró mantener el éxito inicial —1982 fue su mejor año de ventas—, los cambios estructurales del país y del mundo marcaron el declive.

Durante los años 80 y 90, la apertura económica trajo consigo una avalancha de calzado asiático mucho más barato. La gigantesca estructura de Calzado Canadá, que antes era su fortaleza, se convirtió en un lastre difícil de sostener. Las decisiones de la nueva administración tampoco lograron modernizar el modelo de negocio.

Para 1993, la producción había caído a 12 mil pares diarios. En 1994, la crisis del “efecto tequila” agravó la situación y en 1995 la empresa enfrentaba deudas por 60 millones de dólares. Aunque Bancomer intentó rescatarla con una inyección de 290 millones de pesos, el esfuerzo fue insuficiente.

Grupo Coppel adquirió los restos de la compañía, transformando algunas de sus tiendas en “Coppel Canadá”. Para el año 2004, el nombre “Canadá” desapareció definitivamente del panorama comercial mexicano.

Hoy, la historia de Calzado Canadá es estudiada en escuelas de negocios como ejemplo de liderazgo visionario, pero también como advertencia sobre los riesgos de no adaptarse a los cambios globales.

Lecciones que deja su caída:

El liderazgo empresarial no es eterno.

La innovación debe ser constante.

El proteccionismo puede debilitar la competitividad.

El éxito pasado no garantiza el futuro.

Calzado Canadá pasó de ser símbolo de orgullo y modernidad… a un recuerdo entrañable de lo que alguna vez fue el gigante mexicano del calzado.

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